Cristóbal V.E
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La Puerta que hoy llamamos Real fue constituida como uno de los accesos occidentales de la muralla defensiva que, construida en distintos periodos almorávides y almohades, cercó originalmente la ciudad de Sevilla, encontrándose al final de lo que era la antigua Calle Armas, hoy Alfonso XII, conectando el antiguo barrio de extramuros de los Humeros con la ciudad.
Identificada en las fuentes musulmanas como bab al-Kuhl y bab al-Muaddin, esta puerta daba salida hacia una zona de ribera frecuentada por pequeñas embarcaciones dedicadas a la pesca.
Originariamente el acceso por la puerta islámica se realizaba en recodo, mediante un saliente en el muro que abría de manera lateral. Además, distintas referencias coinciden en la presencia de una torre.
Tiempo después pasó a llamarse Puerta de Goles, como una degeneración de Hércules a quien la leyenda sostiene estaba dedicada por ser fundador de la ciudad; haciendo de conexión del arrabal de los Humeros (por el humo producido por la salazon del pescado) y en la conexión, además de la citada calle Armas, las calles Goles, Gravina y la Cuesta de San Laureano, ocupando una depresión y quedando oculta por el Cerro de San Laureano, junto a la ribera del río Guadalquivir.
En 1560 Hernán Ruiz II, Maestro Mayor de la ciudad, construye una nueva puerta de acceso directo eliminando el antiguo recodo y adecuándola al nuevo gusto imperante.
La nueva construcción de cantería emplea elementos de orden clásico, arco de medio punto, planta rectangular y disposición en dos cuerpos, rematados por un frontón y un tondo en cada una de las fachadas, en el interior las armas de Sevilla y en el exterior las de Felipe II. Como coronación fueron empleadas las características bolas y pirámides de Hernán Ruiz II en los vértices del frontón. En la cara interior se localizan dos capillas, una dedicada a Nuestra Señora de la Merced y otra a San Antonio de Padua. La nueva puerta adquiere un carácter administrativo, aunque continúa guareciendo a la ciudad de las crecidas del río Guadalquivir.
Posteriormente, el apelativo “Goles” pasa a ser sustituido por “Real”. Mientras unas fuentes sostienen que esto se debe a la entrada que hizo por ella San Fernando tras la conquista Castellana de la ciudad; la mayor parte de la historiografía sitúa en la elección de esta puerta para la entrada a la ciudad, el 10 de mayo de 1570, del rey Felipe II, al acontecimiento que derivó en dicha denominación. El motivo que llevó a su elección, en vez de la tradicional Puerta de la Macarena para la realización de la entrada real fue la mayor anchura de la entonces Calle de Armas, que permitiría dotar de una mayor espectacularidad el acontecimiento, incluyendo a la armada desde el río.
Durante el siglo XIX, la puerta sufrirá transformaciones como consecuencia de las obras de instalación ferroviaria. Concretamente, la Cuesta de San Laureano se alineará en 1856 con la Puerta Real y serán edificados los primeros almacenes ferroviarios.
Finalmente, al igual que la mayor parte de la muralla y de sus otras puertas, es demolida en 1864. Sin embargo, tanto la plaza a la que daba acceso como la Capilla de Nuestra Señora de la Merced se mantienen. Los restos de la puerta fueron trasladados al cementerio de San Fernando con la intención, nunca materializada, de ser reconstruidos para servir de entrada al camposanto.
En la actualidad únicamente queda de ella un paño de muralla sobre el que se asentaba, en el que existe empotrada una lápida que fue recogida de la puerta.
Esta puerta está también conectada con la leyenda de la aparición del Cristo Yacente que apareciera a la caida de un muro cuando en 1248 Fernando III el Santo entraba en la ciudad (la logica indica que ésta se realizara más bien por la Puerta la Carne, pues era la más cercana a donde se encontraba el campamento, hoy barrio de San Bernardo, desde el que asedió la ciudad) y provocase la curación de una anciana paralítica que fue quien la encontró, por lo que según la tradición, es el origen de la Hermandad del Santo Entierro.